Compañeros
Ahora que está muy cercana la Navidad,y que śe que os interesa este tema, os pongo el relato de una chica que ha querido compartir con vosotros una experiencia bastante amarga en su etapa de la escuela. Espero que os haga reflexionar y sirva para que no vuelva a sucederle a nadie
¿Hay que callarse ante la
injusticia?
Mi vida
comienza un 4 de septiembre de 1990 en Granada. El primer año de
escolaridad lo realicé en el colegio San José , recuerdo el olor de
frescura y limpieza de aquel hogar, y cómo todos entrábamos cogidos
de la mano, cómo poníamos flores el día de la Virgen en un patio
lleno de azulejos blancos azules y verdes con suelo de piedra. Allí
era feliz. Aún conservo el primer cuaderno de dibujos que realizamos
todos juntos.
Mi vida
cambió a partir de 1995. Tuvimos que mudarnos de residencia debido a
problemas económicos familiares. Mi corazón estaba muy apenado,
pues dejaba amigos y maestras que me enseñaron valores como el
compañerismo.
Sentía
una amenaza interior, miedo al cambio. Llegué a un pueblo nuevo y a
un nuevo centro.
Recuerdo
el primer día que llegué.El resto de niños ya se conocían y yo
era la nueva. Me miraban de arriba a abajo: llevaba gafas y era un
poco rellenita.
Los
recreos eran una pesadilla para mí: si habían repartido chuches, a
mí nunca me llegaban. Yo veía cómo las gominolas de colores, las
nubes,los ositos, pasaban de unos a otros y nunca se acordaban de mí.
Para colmo de males, no tenía los libros debido a que al haber
llegado tarde al colegio y que en el pueblo sólo había una
librería, tardaron mucho en llegar.Durante más de un mes, estuve
sola en una mesa.
Notaba
que se reían de mí. Cuchicheaban a mis espaldas y a veces hasta
delante de mí sin ningún recato.Incluso cuando hacíamos juegos en
Educación Física, como era una clase de 23 alumnos, se ponían en
parejas y a mí nunca me elegían. Me dejaban sóla o a veces cuando
el profesor los reprendía y me ponían en un grupo de tres, ellos
ponían malas caras.
Llegaba
a casa siempre triste y de mal humor y luego, por la noche, me
acordaba de los insultos y los menosprecios que me habían hecho y
entonces, no podía dormir.
Si
alguno de mis compañeros se hubiera puesto en mi lugar, ¡ cómo
hubiera cambiado mi vida! Quizá hubiera tenido amigos y hubiera sido
feliz.
Por
eso, hoy, después de que han pasado algunos años, me gustaría que
mi experiencia sirviera para algo tan importante como el No Callar
cuando veas un acoso. Pide ayuda a un mayor y puede que con eso,
salves la infancia de un compañero.
En la actualidad, estudio la carrera de
Logopedia Clínica y he sentido la obligación de alzar la voz y
contar lo que un día me sucedió a mí y que a diario sucede lo
mismo a muchos niños y niñas que los demás consideran “diferentes”
y cuya única diferencia consiste en ser sincera y darle valor a lo
importante, es decir, tener una sonrisa y ayudar al que lo necesite.
Tened
vuestra propia personalidad y no os dejéis arrastrar por la gente
sin escrúpulos.
Un
abrazo
Cristina
Ramos
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